Supo ser amigo de sus amigos, pues siempre tuvo la amistad como símbolo real de lo que debía ser. Haciéndole honor a su apellido diríamos con Humberto….que los amigos son ángeles que te ayudan a volar, son como joyas, no tienen precio o como lo dijera Giselle “Amigo no es sólo quien está a tu diestra en los buenos momentos, es también aquél que logra que florezca una sonrisa de tus labios en períodos de aflicción”, o sino que lo digan Pompilio Avendaño, Germán Charry, Alexander Mendoza, Juan Guillermo Beltrán, Luis Fernando Lombo, pecando al no citar sino algunos de sus más entrañables compañeros, porque el auténtico valor de la amistad se deriva en lo difícil que es conseguirla y mantenerla.
Sus opiniones contenían la sabiduría del adulto mayor, a pesar de que sólo sobrepasaba los 40, pero sus diarias e incansables horas de labores, su ímpetu de luchador permanente, su credibilidad en los demás, su firmeza al defender sus opiniones, sin jamás ofender a nadie, sus permanentes apuntes graciosos, lo hacían un grato y ameno contertulio al calor de un Buchanas o un Old Parr, sus tragos preferidos, en los escasos momentos de descanso, pues su gusto siempre fue exquisito y no dudaba en compartirlo sin tacañeces ni mendicidades, términos que jamás conoció durante su corta existencia, aunque larga en conocimientos y experiencia.
Nació en Bogotá, pero se crió en Ibagué, tierra que adoró como el más, aspirando a verla grande, con progreso y como la primera ciudad textilera de Colombia, por lo que fue ardua su lucha para que así fuera. Ni siquiera en las épocas aciagas para las confecciones, se le notó agreste, ni criticando al Gobierno de turno, sino más bien invitando a trabajar, dando ejemplo del duro trajinar que se impuso desde joven y por ello, su compañía Body Gear Petrolero, se encuentra entre las más prósperas de la región.
Fue un permanente emprendedor. Creó empresas, cooperativas para sus empleados, a quienes siempre tuvo como su familia, ayudó a los pobres y se codeó con lo más granado del poder, pues desde parlamentarios, hasta gobernantes era con quienes se entrevistaba diariamente. Por ello asistió la semana anterior, a la visita presidencial de quien ayudó a elegir con patriotismo y convencido de que Santos era el único que podría continuar con el Gobierno de Uribe, a quien también apoyó desinteresadamente.
El domingo anterior departió – con su alegría sin igual- con sus amigos en una finca cercana a su ciudad amada, se despidió de todos, para siempre, con su sonrisa perenne que llevaremos en la mente como uno de los legados que nos dejó en su lamentable y absurda partida.
Al unísono con sus familiares, su esposa Mery e hijos permítanme decirle a Humberto, en su último adiós: “Gracias por no juzgar jamás a priori, gracias por escuchar y opinar, gracias porque sabemos que siempre estarás entre nosotros, gracias por hacernos saber que aún cuando hacemos cosas que no comprendes, nos estarás esperando al otro lado del valle que ahora mismo no separa. Gracias Humberto por todo lo que nos enseñaste, sobre todo a amar sin par. Paz en su tumba.
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